Nuestras lenguas comunes

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Nuestras lenguas comunes

MANIFIESTO A FAVOR DEL PLURILINGÜISMO

Nuestras lenguas comunes

Un grupo de catedráticos y profesores de varias universidades constata que el castellano, lejos de estar en peligro, mantiene tales ventajas sobre el catalán, el gallego y el euskara que su exacerbada defensa sólo puede tener un móvil ideológico.


Asistimos en estos días a una nueva oleada de nacionalismo lingüístico español de la que el principal botón de muestra es el Manifiesto por la lengua común que ha promovido una veintena de intelectuales de prestigio. El texto en cuestión se asienta en certezas que nacen de aquello que, al parecer, no puede someterse a discusión, como ocurre, por lo demás, en muchos ámbitos de la vida de un Estado que presume de su condición democrática. En las disputas correspondientes adquiere singular relieve la Constitución de 1978, producto de un pacto en el que, en ámbitos sensibles como éste, se impusieron normas sin recabar la opinión de los afectados. Aun en el caso de que aceptásemos la condición inequívocamente democrática del referendo constitucional de aquel año, habría que preguntarse si tres decenios después no es legítimo reclamar, en sentido bien diferente del que invocan los promotores del manifiesto mencionado, una revisión de las normas entonces instituidas. Las cosas como fueren, es significativo que la nueva oleada de nacionalismo lingüístico español prefiera esconder que las reglas que hace suyas no son precisamente neutras.

Llama poderosamente la atención que las mismas personas que afirman con particular insistencia y frente a toda evidencia, tal y como lo revelan las leyes que afectan entre nosotros a las lenguas que los derechos no acompañan ni a éstas ni a los territorios, sino a las personas, no aprecien problema alguno en el enunciado que se ha convertido en guía principal del Manifiesto por la lengua común: el de que, mientras todos los ciudadanos españoles están obligados a conocer el castellano esto no es, al parecer, una imposición, sino un hecho cuya consistencia, sin más, se supone, los hablantes de otras lenguas disfrutan, sin más, del derecho a emplear estas últimas. Si sobran las razones para concluir que semejante enunciación contradice palmariamente lo que afirma el artículo 139.1 de la Constitución en vigor Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado,más inquietante es que en la España de hoy se dé por demostrada, al parecer hasta el final de los tiempos, la adhesión popular a reglas como la invocada, en un escenario en el que se hace valer una oposición cerril al despliegue de mecanismos que permitan conocer si la ciudadanía acata esas reglas o, por el contrario, las repudia.

Para el nacionalismo lingüístico español la lengua castellana es superior, cómoda, fácil y útil, virtudes todas ellas que son siempre el producto de circunstancias naturales, nunca de la imposición y la represión. Las lenguas de los demás son, por el contrario, molestas, arcaicas, antieconómicas y francamente prescindibles. Al tiempo que la defensa del castellano se ajusta por definición a un impulso democrático, la de las restantes lenguas responde cabe entender a espurios y cavernarios intereses marcados por esa felonía que identifica el Manifiesto por la lengua común; si en las segundas se revelan por doquier los espasmos negativos de los nacionalismos, por detrás de la primera no habría, en cambio, nacionalismo alguno.

La estrategia principal no nos engañemos apunta a ratificar la situación de incómoda marginación y minoría de las lenguas no castellanas, y a hacerlo de la mano de medidas que tienen un cariz visiblemente asimétrico. Baste como botón de muestra el recordatorio de que los firmantes del manifiesto que nos ocupa entienden que, aun siendo recomendable que en las comunidades calificadas de bilingües la rotulación de edificios y vías públicas se registre en las dos lenguas, en modo alguno podrá realizarse en exclusiva en la lengua propia del país en cuestión, sin que,por omisión, y cabe entender, se rechace la posibilidad de que la rotulación se produzca únicamente en castellano.

El idioma y la fuerza

A los ojos de los nacionalistas lingüísticos españoles, la lengua común no se impone por la fuerza tal horizonte es ontológicamente inimaginable,frente a lo que ocurre, al parecer, con las lenguas no castellanas. Mientras se rechazan determinadas políticas alentadas por los gobiernos autonómicos que se limitan a reclamar para las lenguas respectivas las mismas prerrogativas de las que disfruta el castellano en Madrid, en Sevilla o en Valladolid, se prefiere olvidar cómo, en el pasado y en el presente, medidas aplicadas a menudo con saña y violencia han beneficiado de siempre al castellano y explican, siquiera parcialmente, su condición de visible preeminencia contemporánea. Mientras se manipulan y magnifican, en suma, los problemas que los castellanohablantes puedan encontrar en algunos lugares, se esquiva toda consideración en lo relativo a la delicada situación en la que se encuentran el catalán, el gallego y el vasco, y ello sobre la base de la increíble afirmación de que los objetivos de dignificación de esas lenguas ya han sido, al parecer, satisfechos.

No consta que los nacionalistas lingüísticos españoles, de siempre interesados en defender en exclusiva su lengua, se hayan pronunciado en momento alguno en favor de los legítimos derechos de los hablantes de las lenguas no castellanas. Que en los hechos el principio de libre elección lingüística en el sistema educativo sólo se postula para los castellanohablantes lo certifica la ausencia, dramática, de toda consideración en lo que atañe a ese principio aplicado, por ejemplo, en las personas de los hablantes de catalán, gallego y vasco que residen fuera de los territorios en los que las lenguas correspondientes son oficiales. Al cabo parece obligado concluir que esas lenguas no son percibidas como propias, circunstancia que da al traste, de paso, con cualquier proyecto creíble de bilingüismo: llamativo es que, mientras los nacionalistas lingüísticos españoles se desenvuelven orgullosamente como monolingües en castellano, se rechaza que los hablantes de catalán, gallego y vasco puedan comportarse como monolingües en las lenguas respectivas. Lo que en los hechos se reivindica un monolingüismo de facto es percibido en cambio como una afrenta cuando se sobreentiende que es la apuesta de los gobernantes de las comunidades autónomas que disponen de lenguas propias.

Una curiosa defensa

El Manifiesto por la lengua común configura, en fin, una curiosa defensa de una lengua que pareciera no tener a su disposición ningún tipo de apoyo. Para certificar lo contrario ahí están la maquinaria del Estado, el sistema educativo, un sinfín de rancias instituciones, el grueso de los medios de comunicación, buena parte de la jerarquía de la Iglesia católica, el respaldo de intelectuales de prestigio y, en fin, las propias fuerzas armadas. Por si poco fuere, y a tono con los tiempos, el manifiesto que nos interesa recaba para sus promotores la doble condición de luchadores por los derechos humanos y de defensores de los desheredados. Pena es que, por muchos esfuerzos que se hagan, el texto no acierte a ocultar la defensa obscena de privilegios tan impuestos como asentados, y la ritual demonización, también a tono con los tiempos, de quienes disienten, paradójicamente tildados, a menudo, de fascistas y totalitarios. Que semejante campaña sea atizada, en suma, desde medios de comunicación y cenáculos de la derecha más montaraz dice mucho de su sentido más profundo.

Firmantes:


Carlos Fernández Liria
profesor de Filosofía UCM

Montserrat Galcerán
catedrática de Filosofía, UCM

Pedro Ibarra
catedrático de Ciencias Políticas, UPV

Juan Carlos Moreno Cabrera
catedrático de Lingüística, UAM

Arcadi Oliveres
profesor de Ciencias Políticas, UAB

Jaime Pastor
profesor de Ciencias Políticas, UNED

Carlos Taibo
profesor de Ciencias Políticas, UAM


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Interesante.

Saludossss



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En contra del 'Manifiesto' del castellano

Zapatero hace un llamamiento por la "diversidad" lingüística

El presidente de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha aprovechado su discurso de clausura en el undécimo congreso del PSC para rechazar el Manfiesto por una lengua común que una serie de intelectuales cercanos a Unión Progreso y Democracia (UPyD) han impulsado. Zapatero ha elogiado "la España que defiende y aprecia todas sus lenguas porque todas son nuestras" a la vez que ha hecho un llamamiento "a la diversidad y al respeto". "Yo que sí que firmaría un manifiesto, pero sólo un manifiesto que defienda el castellano pero también el catalán y el resto de lenguas de España".

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Originalmente escrito por Galindix
En contra del 'Manifiesto' del castellano

"Yo que sí que firmaría un manifiesto, pero sólo un manifiesto que defienda el castellano pero también el catalán y el resto de lenguas de España".



Esta haciendo lo que mejor sabe zp, MENTIR,.

Defenderlas de que?? estan en psicosis los nacionalistas con que sus legunas van a desaparecer lo que les permite un cheque en blanco.

UN presidente que apoya multas por rotular en el idioma que le de la gana a uno (sea la multa por el castellano o no catalan me da = es lo mismo en este caso ), eso que dice no puede ser cierto.

eso no es mas que un giño a los nacionalistas sus mejores aliados.

send
me queda poco en este foro...
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Originalmente escrito por chodivo85
Esta haciendo lo que mejor sabe zp, MENTIR,.

Defenderlas de que?? estan en psicosis los nacionalistas con que sus legunas van a desaparecer lo que les permite un cheque en blanco.

UN presidente que apoya multas por rotular en el idioma que le de la gana a uno (sea la multa por el castellano o no catalan me da = es lo mismo en este caso ), eso que dice no puede ser cierto.

eso no es mas que un giño a los nacionalistas sus mejores aliados.


Estar en contra de un manifiesto claramente monolingüe español no es estar a favor de los nacionalistas sino de la diversidad del estado plurilingüe. La lengua Catalana no es sólo de nacionalistas, chodivo.

Saludosss



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Originalmente escrito por Galindix
Estar en contra de un manifiesto claramente monolingüe español no es estar a favor de los nacionalistas sino de la diversidad del estado plurilingüe. La lengua Catalana no es sólo de nacionalistas, chodivo.

Saludosss


Como decia los naZionalistas tienen la psicosis , de que la lengua va a desaparecer,

si me reitero:

Estar a favor de un manifiesto por el castellano no es estar a en contra de las demas lenguas.

El catalan ya sabemos que no es de los nazi onalistas, pero estos utilizan esa lengua para sus fines(vease multas, desigualdad en lenguas en la escuela.. fomento odio ...ect ).

Vamos que es el catalan esta en peligro por culpa de españa...

Como prueba de esto basta un manifiesto que une a todos para ver como saltan los de turno.

o ... owenedme y dime en el manifiesto donde se rechaza el catalan , ( una cosa es el catalan y otra los medios de imposicion)

send
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Originalmente escrito por chodivo85
Como decia los naZionalistas tienen la psicosis , de que la lengua va a desaparecer,

si me reitero:

Estar a favor de un manifiesto por el castellano no es estar a en contra de las demas lenguas.

El catalan ya sabemos que no es de los nazi onalistas, pero estos utilizan esa lengua para sus fines(vease multas, desigualdad en lenguas en la escuela.. fomento odio ...ect ).

Vamos que es el catalan esta en peligro por culpa de españa...

Como prueba de esto basta un manifiesto que une a todos para ver como saltan los de turno.

o ... owenedme y dime en el manifiesto donde se rechaza el catalan , ( una cosa es el catalan y otra los medios de imposicion)


Perdona pero un manifiesto que ya habla de "lengua común" al castellano sin tener en cuenta a los demás cual lengua común es otra ya es un rechazo. Es un claro manifiesto monolingüe que se basa en la castellanidad de los monolongües los cuales según ellos son pisoteados por las demás lenguas que les importan bien poco.

Pero qué quieres que te diga, puse un artículo muy interesante en este foro y ahora he puesto este donde se explica bastante claro lo que significa que muchos traten a ese manifiesto de excluyente.

PD: Cómo te gusta llamar nazis a los nacionalistas pero cómo te enfadas cuando te recuerdan que los de DM tienen nazis eh!! cómo era eso? XDD

Saludossss



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Aqui tienes el otro artículo:

Un manifiesto contra España

El 'Manifiesto por la lengua común', en vez de reforzar la identificación de los ciudadanos con el proyecto político compartido de España, es una invitación al desapego. España es un país plurilingüe

ALBERT BRANCHADELL 07/07/2008


España es un país plurilingüe. La mayoría de españoles tiene el castellano como lengua materna o lo ha elegido como vehículo preferente de expresión, comprensión y comunicación, pero existen también otros españoles que tienen o han elegido otra lengua. Ésta es la realidad que la Constitución de 1978, los estatutos de autonomía y las llamadas leyes "de normalización lingüística" han pretendido acomodar en los últimos 30 años. Y he aquí la realidad que el Manifiesto por la lengua común no acierta a reconocer en su empeño por encumbrar el concepto de "lengua común" y dar marcha atrás en el camino iniciado hace seis lustros.

El primer reproche que cabe dirigir al Manifiesto no es su franco involucionismo sino el concepto mismo de "lengua común". Según el Diccionario de la Lengua Española, "común" es lo que "no siendo privativamente de ninguno, pertenece o se extiende a varios". Sin duda, el castellano pertenece a todos los españoles. Pero también el catalán/valenciano, el euskera y el gallego. Para los firmantes del Manifiesto sólo el castellano es verdaderamente común en la medida que lo conocen todos los españoles. Pero una cosa es que todos los españoles conozcan el castellano y otra muy distinta que consideren que el castellano es su lengua. Ahí es donde el Manifiesto efectúa un dudoso salto conceptual: de la amplia difusión social del castellano a la condición de lengua política exclusiva. La asimetría social entre las lenguas españolas es un hecho empírico (con sus razones históricas); la asimetría política que el Manifiesto deduce de ella es una posición ideológica no sólo controvertible sino peligrosa para la continuidad de España como proyecto político compartido.

Esta asimetría se manifiesta tanto en la consideración que reciben las lenguas dentro de las comunidades bilingües como en los ámbitos estatal y europeo. Según el Manifiesto, en las comunidades bilingües la obligación de conocer el castellano puede ser impuesta; en cambio, el conocimiento de la otra lengua oficial solo puede ser "estimulado". Por otra parte, es evidente que los funcionarios de esas comunidades deben conocer el castellano; en cambio, no es necesario que todos conozcan la otra lengua oficial. Finalmente, el uso público del castellano por parte de los representantes políticos no conoce límites territoriales; en cambio, el uso de las otras lenguas oficiales debe quedar confinado al territorio de las comunidades bilingües.

El plan del Manifiesto es trasladar la asimetría social a la esfera política y ordenar jerárquicamente las lenguas: el castellano debe ser la lengua verdaderamente oficial y las demás deben serlo sólo de modo secundario. El problema es obvio: este plan no está en línea con el desarrollo del bloque constitucional de los últimos 30 años. Es por ello que los firmantes del Manifiesto reclaman al Parlamento español una normativa legal para rectificar el rumbo y amarrar la primacía del castellano.



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El Manifiesto sostiene que esa normativa debe fijar que el castellano es "común y oficial" a todo el territorio y la única lengua cuya comprensión "puede serle supuesta a todos los ciudadanos españoles". Si exceptuamos el aconstitucional "común", esa propuesta ya está en la Constitución. Sin duda, la propuesta debe ser entendida en términos exclusivistas: lo que se propone es que se prohíba la posibilidad de establecer el deber de conocer una lengua española diferente del castellano, de modo que su comprensión pueda serle supuesta a todos los ciudadanos de la comunidad afectada. Es decir, que se prohíba lo que prevé el Estatuto de Cataluña para el catalán y que se abandone la jurisprudencia que sanciona el conocimiento obligatorio del catalán por parte de los alumnos y de los funcionarios de la Administración catalana.

El Manifiesto también reclama que se establezca el derecho de los ciudadanos a ser educados en castellano. A diferencia de la anterior, esta propuesta no está en la Constitución. Lo que sí existe es una acreditada jurisprudencia según la cual el derecho a la educación no implica el derecho a elegir la lengua de la enseñanza. Es interesante, por cierto, que el Manifiesto solicite al Parlamento español una normativa sobre una cuestión que parlamentariamente ya está zanjada: el Congreso rechazó recientemente una proposición del PP que incluía el derecho a "estudiar en castellano en todas las etapas del sistema educativo".

Naturalmente, que el Parlamento convalide el sistema de inmersión lingüística en Cataluña no significa que este sistema sea invulnerable a la crítica. Si el Manifiesto existe es, en buena medida, por el trato escolar que recibe el castellano en Cataluña, que acaso sería bueno revisar. Es posible que en Cataluña no se haya garantizado de manera satisfactoria el derecho a recibir la "primera enseñanza" en castellano, reconocido desde la Ley de Normalización de 1983. En la actualidad, oponerse a la tercera hora de castellano (al mismo tiempo que se admiten asignaturas en inglés) es un grave error político. En ambas cuestiones, cumplir estrictamente la ley podría bastar quizás no para prevenir manifiestos pero sí para aplacar el posible descontento ciudadano. La normativa legal que propone el Manifiesto también debería establecer que "en las autonomías bilingües, cualquier ciudadano tiene derecho a ser atendido institucionalmente en las dos lenguas oficiales". De nuevo se propone algo que ya está en el derecho vigente. En el caso de Cataluña, el Estatuto no puede ser más claro: "Los ciudadanos tienen el derecho de opción lingüística". Todo lo que habría que hacer es garantizar efectivamente este derecho en todas las comunidades bilingües, reconociendo que se infringe con mayor frecuencia cuando la lengua elegida no es el castellano. El testimonio de un ciudadano valenciano en este periódico es ilustrativo: "Nunca he tenido problema alguno para ser atendido en castellano; muchísimos para serlo en valenciano".

Por lo demás, si verdaderamente son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no es claro por qué esos derechos deberían quedar circunscritos al territorio de su comunidad. En aplicación de sus principios, el Manifiesto debería abogar también por el derecho a ser atendido en cualquier lengua oficial por las instituciones compartidas del Estado. De lo contrario, el Manifiesto debería solicitar la reforma del actual reglamento del Senado, por cuanto reconoce que los ciudadanos "podrán dirigirse al Senado en cualquiera de las lenguas españolas que tengan carácter oficial en su comunidad autónoma". O, por la misma regla de tres, debería solicitar la derogación de los acuerdos entre España y las instituciones de la UE, que permiten a los ciudadanos españoles comunicarse con ellas en cualquier lengua que sea oficial dentro del territorio español.

En la línea de limitar el uso de las lenguas diferentes del castellano, el Manifiesto termina reclamando que se obligue a los representantes políticos a expresarse en castellano en sus funciones de alcance estatal o europeo. Se desprende, de nuevo, la conveniencia de reformar el reglamento del Senado, que permite intervenir en cualquier lengua oficial en la Comisión General de las Comunidades Autónomas, y la abrogación de los acuerdos con la UE. En definitiva, el Manifiesto nos propone un viaje en el tiempo, hacia 1981, cuando el ministro Rodolfo Martín Villa, al calor del 23-F, promovía una ley para garantizar la enseñanza del castellano en todo el territorio, o acaso hacia 1975, cuando el último Consejo de Ministros franquista aprobaba un decreto que reconocía las lenguas "regionales" como patrimonio cultural y declaraba el castellano "idioma oficial de la Nación y vehículo de comunicación de todos los españoles".

En los acuerdos con la UE antes citados, se aduce que "los esfuerzos para acercar la Unión a los ciudadanos exigen que, en la medida de lo posible, se facilite tanto a ellos como a sus representantes la comunicación con las instituciones en su lengua materna, elemento importante para reforzar su identificación con el proyecto político de la Unión". El Manifiesto por la lengua común va en la dirección contraria: lejos de reforzar la identificación de los ciudadanos con el proyecto político de España, es una invitación al desapego. España es un país plurilingüe. Si queremos que siga siendo un país, la receta no es contraponer la lengua "común" a las lenguas "autonómicas", ni anteponer los intereses de los "ciudadanos monolingües en castellano" a los del resto de ciudadanos españoles.

Albert Branchadell es profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universitat Autònoma de Barcelona.

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Originalmente escrito por Galindix
Perdona pero un manifiesto que ya habla de "lengua común" al castellano sin tener en cuenta a los demás cual lengua común es otra ya es un rechazo. Es un claro manifiesto monolingüe que se basa en la castellanidad de los monolongües los cuales según ellos son pisoteados por las demás lenguas que les importan bien poco.

Pero qué quieres que te diga, puse un artículo muy interesante en este foro y ahora he puesto este donde se explica bastante claro lo que significa que muchos traten a ese manifiesto de excluyente.

PD: Cómo te gusta llamar nazis a los nacionalistas pero cómo te enfadas cuando te recuerdan que los de DM tienen nazis eh!! cómo era eso? XDD

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No es ningun rechazo, es lengua comun de todos los españoles.

sabes lo que significa? ni los madrileños ni muricanos ... ni las demas tampoco tieen en comun el catalan ni el vasco ni el gallego.

vamos que si hablas de comidas comunes europeas, al cocido madrileño (o cualquier comida o bebida que solo se coma/beba en españa) lo rechazas no??

que es DM¿?

send
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