Cuando en el 2003 todos estábamos flipando con los primeros móviles con cámara integrada y los primeros smartphones
Symbian que comercializaba Nokia, los 7650 y 3650, Panasonic sorprendió con un diminuto teléfono, con carácterísticas muy simples, y tremendamente ligero y pequeño: el GD55.
Un móvil con pantalla monócroma, polifónico y con una betería que aguantaba una semana perfectamente, con una calidad de sonido estupenda y muy buena cobertura. En resumen, un teléfono muy pequeño y con mucha calidad. El ensamblaje era muy bueno y las teclas pequeñitas se pulsaban a la perfección, lo que rápidamente lo convirtió en un móvil ideal para usarlo a diario.
Al poco tiempo tuvo su versión con pantalla a color, el G50, algo más grande, debido al mayor tamaño de la pantalla. No nos llevemos a engaño, el hecho de que tuviera pantalla a color no le daba mejores prestaciones que su hermano en blanco y negro: no soportaba mensajes multimedia, ni java, ni ninguna opción multimedia que sacara partido de esa pantalla a color. Sólo añadian navegador WAP a través de GPRS, cosa que su hermano en blanco y negro podría haber tenido.
El éxito de estos teléfonos llevó a Panasonic a sacar una serie de clones, que no eran más que el mismo móvil con otra carcasa distinta. Así aparecieron los A100 en varios colores, A101, A102, GD51E y GD51M. No voy a criticar la aparición de estas versiones, Nokia siempre ha hecho lo mismo. El último en aparecer fue el A102, en mayo del 2005 y curiosamente con pantalla nonócroma.
