18 de octubre. Es bien conocido que al ministro de Defensa que padecemos, dentro de este Gobierno insustancial, que ya ha invertido la tendencia a crear empleo, le gusta más salir en las fotos que a un tonto un lápiz. Esa vanidad superlativa sólo es superada por su afán compulsivo de coleccionar las medallas.
Mostrando por enésima vez que la ignorancia es atrevida, el monaguillo de Zapatero ha convertido el desfile de la ONG española, Soldados sin Fronteras, en una agresión gratuita a los Estados Unidos, mientras se sigue tildando de aliado a la mayor potencia que a favor de la libertad han producido los siglos. Esto de agredir con los gestos y ningunear con las palabras es lo propio de gente amoral y vacua. En estos aires de fronda francófona que constituye la moda del momento –y que hace que Francia nos esté enviando todos los emigrantes que no quiere, preferentemente musulmanes– se ha rendido homenaje a la División Leclercq, una gota en el mar del esfuerzo aliado en Normandía. Ofender a Estados Unidos a propósito del entrañable florero de la Francia libre –donde brillaron una mayoría de republicanos– es lo propio de un gárrulo, que ha hecho de la demagogia barata un instinto, una segunda naturaleza. En la segunda guerra mundial, Francia brilló por su colaboracionismo –París fue el lupanar nazi– y Estados Unidos por su abrumador esfuerzo en pro de la libertad.
Mientras el precio de ésta se sigue pagando en libra de carne de marine, este Gobierno del gauchismo adolescente ha creado ya dos graves problemas de futuro. Uno, internacional. Y otro de Defensa. Frente al ejemplo australiano, España se ha demostrado como una inútil e infiel aliada, nostálgica del movimiento de los no alineados, con un gabinete de irresponsables y gobernada por el "partido de los cobardes", como lo ha definido con acierto el insigne historiador Paul Johnson. A cambio se ha sometido a ex potencias, naciones en decadencia, cuyos intereses son contrapuestos a los nuestros y que siempre nos han dejado en la estacada. Respecto a Iraq se ha dicho de todo. Se ha recomendado que se envíen tropas –en una resolución de la ONU–, se ha alentado a que se retirara todo el mundo, se ha especulado incluso con la posibilidad de volver si la ONU lo pide, para rectificar a las pocas horas, como es norma de este Gobierno.
Al tiempo se ha desmovilizado y desmoralizado al Ejército, marcado por una retirada indigna. La crisis de identidad de las Fuerzas Armadas, auspiciada por el héroe de Salobre, es proyección de la de la nación, y de la del partido socialista. Basta ver los anuncios para el enganche para darse cuenta de que se está haciendo referencia mucho más a la Cruz Roja que a un Ejército como se ha entendido a lo largo de la historia.
En lo único en que brilla el ministro más autocondecorado del mundo mundial es en una seña de identidad del socialismo patrio: aprovechar el dolor y la sangre, remover las tumbas. Es en el liderazgo de las víctimas del Yak 42 en lo único en que está destacando el ministro. Bono, el necrófero.
Enrique de Diego
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